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Historia de un amor enfermizo. 3 marzo 2010

Posted by rcalber in Curiosidades, General, Historia.
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Una de las historias que más me gustan de Sevilla es la de Maria Coronel, cuyo cuerpo se conserva en el Convento de Santa Ines.

Según la biógrafa de María, dice que era una mujer noble, inteligente, bondadosa, de una gran moral y de ilustre familia sevillana.

Reinaba con residencia en Sevilla Pedro I el Cruel, el Justiciero, el Pero Gyl.

– Juan II de Castilla ordenó fuese apodado «El Justiciero» porque con razón o sin ella, dió muerte a muchos nobles sevillanos adversarios (una de estas ya os contaré),

– Ciertas venganzas que se tomó y la muerte de muchos nobles adversarios, le hizo ganarse el apodo de «El Cruel»

– El más curioso se lo puso su hermanastro Enrique II de Trastámara que al apodarlo «Pero Gil» era porque no era hijo de Alfonso X sino de una judía que así se apellidaba.

– María Coronel nace el año 1334 el mis­mo año que Pedro I de Castilla. La casaron a los 15 años de edad sin haber sido ella la que eligiese marido; era una época en que la mujer no se casaba, la casaban sus padres que eran los que le elegían el futuro esposo, o los reyes si era de noble linaje. En esta boda intervino directamente el rey Alfonso XI cuando estaba en el cerco de Algeciras junto al padre de María. Lo dice María Coronel en una larga carta de donación de bienes para la construcción del convento de Santa Inés.

– Contrajo matrimonio con don Juan de la Cerda, primo segundo suyo. Al no estar legitimado el matrimonio por el papa de turno, era de nulo derecho por parentesco de sangre. Poco tiempo después D. Juan de la Cerda y María Coronel reciben la dispensa matrimonial y hay una nueva boda el día 13 de septiembre de 1350. El casamiento se celebra en una casona de Alfonso Fernández Coronel, un viejo palacete moro que estaba junto a la Iglesia de San Pedro.

– El rey, fascinado, desde el mismo día que la conoció, por su belleza, empezó a cortejarla desairadamente.

– Don Juan de la Cerda, no tuvo muy claro hay quien guardar lealtad, si al rey de Aragón o al de Castilla. Esas dudas de lealtades causó que el rey de Castilla acabara ordenando que le cortaran la cabeza y que destruyeran su palacio y sobre sus ruinas echaran cal viva.

– La familia Coronel temiéndole a Pedro I de Castilla se fortifica en Aguilar. Envidias, odios y ambiciones personales de la nobleza se unen a las lujurias de Pedro I, deseoso de poseer los favores de las dos hermanas Coronel: Aldonza y María. A Aldonza la hace suya con mucha facilidad que tuvieron un triste y fugaz romance; a María, jamás la pudo poseer.

Pedro I instigado por Alburquerque o deseoso de ver a María viene a Aguilar en 1352 y solicita permiso para pernoctar en el castillo.

Fernández Coronel no se fía de las intenciones del rey y no le autoriza a entrar. Cabreado el rey pone cerco al castillo y el día 2 de febrero de 1353 conquista la fortaleza y Fernández Coronel es apresado y decapitado en las mismas puertas. La ejecución es presenciada por sus cuatro hijos. Terminada la ejecución es recogido el cuerpo, velado por sus hijos y preparado un cortejo fúnebre para llevarlo a Guadalajara y ser sepultado en el panteón familiar junto a los restos de su mujer. Espías del rey estaban atentos a cuanto ocurría respecto a los familiares. No tiene bastante con cuanto había herido a María Coronel que todas las posesiones del padre, hermano, marido, etc., habían sido confiscadas, sus casas y fincas derribadas y sus solares cubiertos con sal gorda para que no creciese ni la hierba, se dice que también la estuvo acosando en esos momentos.

El rey bajo severas amenazas, pide a María le en­tregue su más preciado órgano para su deleite sexual. Asustada se refugia en casa de su padre. Espías del rey se lo dicen y éste ávido de perversos deseos decide asaltar la casa y secuestrarla; ella, siempre de centinela ve la llegada del rey y huye disfrazada al más próximo con­vento, era el de Santa Clara, pidiendo amparo, protec­ción y refugio. Las monjas que intuían que muy pronto llegaría el loco, el depravado rey. María Coronel tuvo que refugiarse tras las rejas para librarse de Pedro I y llorar su soledad. Jamás pudo pensar que ni los muros del convento serían respetados por el rey. Rápidamente las monjas la conducen al jardín, la ocultan en una zanja, la cubren con ma­deras y encima tierra; era muy de noche cuando llega el rey con sus alguaciles. Registra todo el edificio y al no encontrarla se marcha.

Al día siguiente vuelve y repite lo mismo pero con serias amenazas a las monjas y enojado se va. Toda Sevilla contaba las odiseas del rey.

Un buen día, comido de rabia, invadido por el deseo carnal y cargado de ira, Pedro I se presentó inesperadamente atropellando a cuantas monjas encontraba, antes de que María tuviese tiempo de esconderse, asustada y con temor es perseguida por los pasillos hasta llegar a la cocina, se para y le hace frente y le explica cuanto había hecho con su órgano femenino. Pedro I es estado burriel no la cree e intenta apresarla, un impulso hacia atrás y María cogiendo una sartén con aceite hirviendo se la arrojó sobre su rostro. Sacrificio que no resultó en vano, asustado y preocupado el rey comprendió lo mal que se había portado y con lágrimas en sus ojos se marchó para no volver a molestarla jamás.

Enterada la reina del heroísmo de María Coronel y asombrada por ese gesto de santidad, la mandó llamar. Cuando entró María, la reina visiblemente afectada se puso de pie, se quitó la corona de su cabeza y la colocó en la cabeza de María y le dijo: «Vos María merecéis corona y debéis llamaros coronada». Un abrazo entre ambas selló una eterna amistad.

Se cuenta que arrepentido el rey ordena la curación de la dama, le implora su perdón y ordenó le devolviesen la casa que había sido de su marido para que María Coronel en ese solar fundase el convento que le puso de Santa Inés. Se encerró, trabajó, murió y dentro fue sepultada. Después de más de 600 años al efectuar obras de reparación se encontró el ataúd y dentro el cuerpo incorrupto de María Coronel. Había muerto el día 2 de diciembre de 1411, con 77 de edad.

El romance de Pedro de Medina hace referencia a otra María Coronel, que el citado escritor supone sin fundamento que era la suegra de Guzmán el Bueno. El tema sigue siendo el mismo que el antes expuesto. Un rey, en este caso Alfonso X el Sabio, pretende a una honradísima señora, quien para salvar su honor se quemó con aceite hirviendo:

«En unas asquas puso olio,
que mui ardiente y boraz,
abrasandole sus pechos
la garganta y lo demás
que le parezió en su cuerpo,
se vino a martirizar» (9).

La reina descubrió lo ocurrido, honrando a esta nueva María Alonso Coronel poniendo:

«aquella corona real
en su cauessa, de donde
Coronel vino a tomar
por apellido, por tinbre
…..»

No queda ahí el romance, ya que Pedro de Medina repite la historia en la hija de aquella María Coronel, que identifica con la esposa de Guzmán el Bueno:

«De un inçentibo apretada
por conçervar castidad
vsso de vn remedio atrós.
….
pues con fuego artificial
apasiguó el incentibo
con tanta diformidad,
que estropeandose ella misma
quedó inutil de engrendrar».

Comentarios»

1. ARISTIDES - 3 marzo 2010

Buena historia. Es de esas que los abuelos debieran contar a los nietos, dando continuidad a una tradición centenaria, que por las prisas se está perdiendo.


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